martes, 3 de junio de 2008

El Cabril

En España, todos los residuos radiactivos de media y baja actividad se almacenan en El Cabril, una antigua mina de uranio abandonada ubicada en pleno corazón de la sierra cordobesa de Albarrana, en el término municipal de Hornachuelos, propiedad de Enresa (Empresa Nacional de Residuos Radiactivos). Los residuos se almacenan en superficie y no en profundos silos bajo tierra, en un modelo de instalación importado de Francia.

Las centrales centrales nucleares, así como los hospitales, las universidades y los laboratorios (unas 600 instalaciones radiactivas en territorio español), generan del orden de unos 3.000 bidones al año (más de 1.000 metros cúbicos) de material contaminado radiactivo, que son enviados a El Cabril.

Actualmente, El Cabril, está a la mitad de su capacidad. De mantenerse el presente ritmo de almacenamiento (un camión al día, 240 días al año), en torno al año 2030 habrá culminado su capacidad, tiempo insuficiente para que las ansiadas centrales nucleares de fusión, mucho más limpias, funcionen. Pero hasta el día en que éstas funcionen plenamente, parece ser que la única alternativa pasa por el aislamiento de estos residuos radiactivos en una especie de celdas de hormigón, fabricadas a prueba de terremotos, esperando que las radiaciones se vayan apagando con el paso del tiempo.

Una vez que los residuos radiactivos llegan a El Cabril, pasan por una sala de verificación para comprobar, entre otras cosas, si la radiactividad que contienen es la misma que dice el remitente. Posteriormente serán separados y clasificados de acuerdo a su nivel de radiación.

El proceso de traslado y almacenamiento de los residuos se realizada desde una sala de operaciones de forma mecanizada. Por medio de una grúa mecánica, los bidones nucleares, se introducen en un contenedor de hormigón armado, de 24 toneladas de peso. La maniobra se realiza mediante control remoto y a una distancia de 50 m del lugar en el que se encuentra el operario. A continuación el contenedor de hormigón es trasladado mediante una gigantesca grúa, se introduce en una de las 28 celdas destinadas al almacenamiento definitivo de residuos. La maniobra se realiza a una distancia de 800 m de la sala de operaciones.

Pero, ¿qué ocurrirá cuando El Cabril no pueda admitir más volumen de residuos radiactivos? Llegado ese momento, El Cabril será cubierto totalmente con tierra, sobre la que luego se plantarán árboles y matorrales autóctonos, de manera que el paisaje no se verá afectado. Toda la masa de hormigón, diseñada a prueba de terremotos de alta intensidad (grado 8 en la escala Richter), quedará sepultada bajo tierra durante los 300 años, que los expertos estiman necesario para que los residuos radiactivos de media y baja actividad dejen de emitir radiaciones.

El problema de los residuos radiactivos

Aunque la energía nuclear, ya va siendo una industria muy madura, sigue sin encontrar una solución totalmente satisfactoria al problema de sus residuos.

La finca El Cabril, ocupa una extensión superior a las 1.100 hectáreas, de las que solo se ocupan 20; 10 destinadas a laboratorios, oficinas y una fábrica de contenedores de hormigón y en las otras 10 hectáreas es donde se ubican los dos cementerios, llenos a la mitad de su capacidad. El Cabril fue inaugurado oficialmente en octubre de 1992, siendo actualmente ampliado.

El despliegue de seguridad en El Cabril también es máximo. Sensores vigilan durante las 24 horas del día la calidad del aire. De producirse alguna contaminación radiactiva, por mínima que fuera, la alarma saltaría y todas las instalaciones, a excepción del cementerio, quedarían automáticamente selladas, para evitar que las radiaciones se colasen hacia otras zonas de la planta o salieran a la atmósfera exterior.

De producirse un accidente, el grupo de Intervención Radiológica sería el encargado de la evacuación del personal conforme a un plan establecido y de la posterior descontaminación de las instalaciones. Bajo las dos plataformas de 10 Ha de superficie sobre la que descansan los contenedores de hormigón, discurre una red de túneles llena de sensores, alarmas y medidores de humedad y calor, sirve de chivato en caso de emergencia. Si se detectase alguna filtración de agua, por ejemplo procedente del agua de lluvia, se podría localizar al momento el lugar de la fisura. Y lo mismo si se produjera una fuga radiactiva.


  • El Cabril, como instalación nuclear, dispone de autorización de explotación otorgada por Orden del Ministerio de Economía de 5 de octubre de 2001, que le capacita para el almacenamiento de residuos radiactivos de baja y media actividad. Actualmente el centro está en proceso de ejecución y montaje de una modificación de su diseño original que ampliará su capacidad para el almacenamiento de residuos radiactivos de muy baja actividad.

Ø Noticia:

La Fiscalía de Medio Ambiente ha presentado una denuncia contra el Ciemat en la que indica que existe una alta contaminación en una parte de sus instalaciones fruto de un accidente ocurrido en 1970. La fiscalía insta al Ciemat a retirar la tierra afectada -una porción de 10 metros cúbicos, que en la actualidad está vallada- debido a que se están produciendo migraciones radiactivas a los acuíferos impulsadas por la lluvia.

Según el Ciemat, el plan no sólo consiste en la retirada de estas tierras; también incluye desmantelar la estructura del reactor nuclear que funcionó dentro de sus instalaciones hasta 1984, cuando éstas estaban ocupadas por el Consejo de Energía Nuclear. Precisamente, el accidente de 1970, uno de los siniestros nucleares más graves ocurridos en España, se produjo por la rotura de una tubería de este reactor, según explica una fuente del Ciemat.

Este portavoz subraya, no obstante, que los residuos radiactivos que existen en la actualidad, o están blindados o diluidos en una proporción tan pequeña que resultan inofensivos para la población y los trabajadores del centro. Situado en Moncloa, el Ciemat llegó a tener 60 instalaciones nucleares. Hoy dispone de 25, pero sólo radiactivas y dedicadas a la investigación. Ninguna tiene combustible nuclear.

El Ciemat asegura que dispone de un plan, presupuestado en 40 millones de euros (unos 6.000 millones de pesetas), para limpiar todos los restos de radiactividad que quedaron de la época en que funcionó el reactor, que entonces sí tenía combustible. Pero retirar la tierra contaminada y desmantelar la estructura del reactor, aún impregnada de agentes radiactivos, requiere la adopción de medidas de seguridad.

Los 10 metros cúbicos de terrenos contaminados -se escaparon 53 litros de líquido radiactivo, cesio 137 y estroncio 90- están blindados con otra capa de tierra que evita la emisión al exterior de radiaciones. Extraer la tierra contaminada y llevarla al cementerio subterráneo de El Cabril no es una tarea fácil. Un experto del Ciemat explica: "Para retirarla, es preciso poner una especie de carpa de circo acotando el terreno y que los operarios vayan provistos de unos trajes especiales y mascarillas; incluso es posible que la excavadora que extraiga la tierra, según el nivel de radiactividad que presente al terminar el trabajo, haya también que enterrarla en El Cabril". Tan complejo plan debe disponer, por tanto, de las oportunas licencias y autorización del Ministerio de Industria, del Consejo de Seguridad Nuclear, del Ministerio de Medio Ambiente y del Ayuntamiento de Madrid. "Las hemos pedido, pero no llegan las autorizaciones", explica un portavoz.

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